Tres países compiten anualmente por añadir monumentos a la lista de Patrimonio de la Humanidad elaborada por la Unesco: Italia, España y Francia. No solo es una lista de monumentos destacados, es un imán para atraer turistas de todo el mundo.
En 1973, una conferencia general de la Unesco decidió proteger el patrimonio cultural y natural de los países creando una lista de monumentos, sitios y obras que fueran considerados Patrimonio no solo de los países sino de la Humanidad.
La idea era protegerlos de los cambios sociales y de la destrucción, señalándolos especialmente como objetivos a conservar, y creando así una lista que es conocida mundialmente.
Desde entonces, todos los años, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco recibe propuestas de los países para aprobar sitios, plazas, monumentos o ciudades que, una vez aprobadas, entran a formar parte del preciado Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad.
Para los países, es como recibir una medalla. Significa prestigio, tradición y, sobre todo, turismo. El país con más obras consideradas Patrimonio Mundial es Italia, por supuesto. Ya Roma sola es un inmenso museo de calles, arcos, columnas, iglesias y obras de arte, desde el Coliseo de Roma hasta la columna de Trajano. Eso como herencia de la vieja Roma.
El país además tiene todas las extraordinarias obras del Renacimiento en Venecia, Florencia, Pisa y Siena. Así hasta 51 monumentos considerados Patrimonio de la Humanidad.
El último, aprobado este año, son los edificios de Palermo y las catedrales de Cefalú y Monreale de estilo árabe-normando. Es muy difícil competir con un país cuya visita debería ser como ir a La Meca para un árabe.
Pero Italia tiene un serio competidor: España. Tenemos 44 monumentos considerados Patrimonio de la Humanidad. Somos el segundo país en la lista, y hay años en que hemos sobrepasado a Italia.
Los monumentos más conocidos son por supuesto La Alhambra, el Generalife y el Albaicín de Granada. Pero también están las catedrales repartidas por todo el país: Burgos y Sevilla, los monasterios de Suso y Yuso, las iglesias románicas catalanas de Val de Boi, y las obras de Gaudí. Centros históricos hay para regalar: la ciudad vieja de Cáceres, de Ávila y de Santiago de Compostela. O ciudades enteras como Toledo, y emplazamientos como El Escorial.
Por supuesto, también está la herencia romana como las minas de oro en Las Médulas de León, los conjuntos arqueológicos de Mérida y la villa romana de Lugo. Difícil competir con la antigüedad de los yacimientos de Atapuerca o de Altamira. España es uno de los países de Europa con yacimientos arqueológicos más antiguos.
Las últimas obras en añadirse a esta lista en 2015 han sido nuevas rutas del Camino de Santiago, rutas que venían de todas partes de Europa desde la Edad media y que cada vez son más transitadas.
Francia nos pisa los talones porque tiene 41 monumentosconsiderados Patrimonio Histórico de la Humanidad. Desde la reconocible estructura de la Torre Eifel, hasta sus numerosas basílicas y catedrales. Algunos son difíciles de superar como el Monte Saint Michel, situado en la costa normanda, y cuyas faldas quedan anegadas por las mareas; o ciudades escaparate como Estrasburgo.
Las últimas obras en unirse a esta lista privilegiada (en 2015) han sido (por supuesto) los viñedos, las casas y las bodegas de la región de Champaña. Si sigue así, Francia nos va a adelantar muy pronto, porque los vinos son su marca más internacional.